Sin pulsera, por favor.
El autobús
ADO deja en la estación de la 5ª Avenida, lo que permite encontrarse de
golpe con el epicentro, motor y razón de ser de la ciudad. Una auténtica
amalgama de tiendas, restaurantes y hoteles, temporales vencedores de
la feróz lucha por el metro cuadrado que en ella se libra. Atractiva
ratonera, en forma de calle comercial, en la que extranjeros pasean sus
divisas al sonido de los cantos de sirena que los insistentes relaciones
públicas entonan.
Esta es
la Playa del Carmen (o simplemente Playa, como se le conoce) que
terminan conociendo los turistas, esos para los que la visita a la 5ª
Avenida es considerada excursión pues, al fin y al cabo, es una salida
del recinto de su hotel de todo incluído.
Afortunadamente,
aquellos que buscamos una experiencia diferente al viajar, no tenemos
más que andar unos pocos metros en perpendicular al mar para descubrir
una ciudad completamente diferente a ese circo de la 5ª y descubrir lo
que realmente México nos puede aportar.
Al ser
una ciudad muy joven, se pudo elegir como continente de la misma un
entramado de calles cuadriculado, copia de las ciudades estadounidenses,
que facilita encontrar un lugar si conocemos su dirección, pero
convierte en tarea difícil volver a un lugar si no se conoce la misma, pues todas las calles son prácticamente iguales. Sólo algunas
y contadas zonas residenciales, el aeródromo, la plaza del ayuntamiento
o la misma playa rompen esa monótona telaraña y ayudan a orientarse.
Los negocios estrella son, sin duda, puestos de comida mexicana, hostales, lavanderías, minisupermercados, inmobiliarias y centros de estética. Los muchos residentes extranjeros en Playa del Carmen, atraídos por las facilidades de inversión y el excelente clima, le aportan un toque distinto respecto a otras ciudades, dotando a esta de un aire especialmente bohemio y cosmopolita.
Mucha de esta gente se desplaza en bicicleta por la ciudad, mezcla de las costumbres de las zonas rurales de México con las recientemente importadas por europeos, existiendo incluso un muy utilizado carril bici en la Avenida 10, algo casi inaudito en este país, que apenas da sus primeros pasos en la conservación del medio ambiente y el ecologismo.
Para disfrutar de Playa del Carmen hay que adentrarse más allá de la
10ª Avenida, pasear por las maltrechas aceras disfrutando del bullicio
de los negocios familiares, tacos y burritos, ceviches y pozoles, el
olor a carne y picante, música que escapa de las tiendas, ofertas en
cartulinas de colores, compartir el transporte colectivo con los
mexicanos y redescubrir su inquebrantable amabilidad.
Playa del Carmen no es una excusa para salir de tu hotel, es un lugar para vivir... aunque sea unos meses.
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